Desde antaño hasta ahora, todo se trata del honor

 Setenta y ocho años después, no pasa el dolor. La penumbra es absolutamente igual a aquella vez. Las mañanas fatídicas nunca terminan. E igual que hace mucho, todo se trata del honor. Ese es el rasgo que todos los humanos seguimos teniendo. Y los trasmitios en la sangre. En cada acto. En cada día.  Sin importar parentezcos. En un relato guardado en un libro. En una carta sin destino y una bala guardada, que son la antítesis de lo parecido, se esconde aquello que podría cambiar una vida. Setenta y ocho años después y no lo olvido. Recórdandolo como si hubiese sido ayer. Cuando una mañana lo cambió todo.

Entre todos los relatos que leí, me acuerdo de uno de hace varios años, un jardinero madrugó, se desveló porque pensaba en el desfile y en todo el trabajo que tendría. Comentó que vió un abuelo caminar por la arena. Era muy temprano, y él señor apenas podía andar sólo, lo ayudaban otras dos personas. Y estuvieron un largo rato caminando. Cuando volvían el jardinero se encontró con quienes lo acompañaban. En pocas palabras le dijeron que después de 50 años volvía a pisar la playa que le cambió la vida. El jardinero se quedó impresionado. Su familia había nacido ahí. Y se acordaba de lo que contaba su padre y madre sobre aquel día. Ya en el desfile decidió contarlo a la gaceta del pueblo. Para que se supiera de aquello que tenían una visita más de honor, como muchos que aún regresaban. Los que podían.

Pese a todo lo que haya vivído, y que haya podido regresar décadas más tarde, él firma con honor las intenciones que poseía en aquel momento. Y declara honrados a aquellos héroes anónimos que perdieron su vida en esa playa. Ese, como muchos abuelos, saben muy bien, que ese día, el día D, pudieron cambiar el curso de la historia. Con su sacrificio y el de más de 160 mil soldados y guerreros. Cada cual con su historia. Cada cual con su familia. Pero con el honor en lo más alto. Porque igual que hace mucho tiempo atrás, todo se trata del honor.