La inerte solución
El regalo que jamás planeó fue invertir una cierta cantidad, de un material soluble, sobre un recipiente de vidrio. Lo llevó ahí y lo mezcló bien. Lo dio vuelta una y otra vez hasta volverse tedioso, más nunca se aburrió. Anotó cada uno de los síntomas que le pasaba al recipiente hasta que vio una parte quebrarse. Y cuando quiso sorprenderse del suceso, ese material ya lo había rodeado entero y lo había transformado a él mismo. Ahora una señorita lo da vuelta para que la arena caiga para el otro lado. Y así, entre las cartas de un hombre, que a veces anda encorvado ligeramente, le lee, lo contempla. Como si todo fuese un viaje.
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