Si me escribo


Sólo pienso en el brote sinuoso, con tantas formas y caras. Distintas. La precisión reside en la alarmante confusión que me comprendería tan sólo al ser leído. Por mis ojos errantes en tantas páginas viejas. Antiguas más no olvidadas. Reviviendo por la pasión que nos arremete esta, nuestra cofradía. Ahí leyendo. Té a la mano y barba adulada. Siguiendo con pasos de puntos, comas y espacios y renglones y…algo más. Descubriendo. (Los manuscritos requieren traducciones) Si. Ahí me hallo. En la mítica edad que sea; pues mítica es porque me lleva, o me planta, arranca, carga, llena y mucho más. No es una aventura que quiera abandonar. Desde una habitación fría, por el invierno campestre, aún no acostumbrado. Por un viaje en una pecera cuyo pulpo de chófer saluda, cobra, marca, quita el boleto y entrega para que me ponga a flotar entre barras y vidrios. En una oscura travesía. Empezando a cuestionar si vivo en el sueño muerto de otro. Que llego a creer que las palabras que sigo y sigo sólo dicen algo no mio. Tener un recuerdo impropio sería, o puede ser, el peor de los tormentos. En estos cuadernos, escritos entre runas mágicas, me guardo. De esto leído y aquello pensado, por mi o por alguien más, que perdido se encuentra entre mis mares negros, espero. Como anhelante sueño, de un pandemonium, surgido desde las entrañas de mis pensares y enredos, se encuentre un sólo refugio.


Ignacio Aldebarán.

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