Esa rosa de los Vientos
Se despiertan tres ojos, acorde las huellas,
del miedo que no se quería ver.
Los pulsos que tremen su cuerpo se van,
por las manos y por los pies.
La pesadilla del silencio acomete a una batalla,
sin poder verse ganar.
Y del silencio se transmuta, con tenue mesura,
y por una boca empieza a brotar.
Una rosa de los vientos, hecha de cuerdas y de
teclas negras,
y blancas damas de graves mantos, y sombras siniestras.
Suaves ritmos cor ad cor, un vibrato plateado al ton y al son.
Aquella nave al viento, de cuerpo con claves,
Armaduras que se arrancan de las páginas.
Yo he de olvidar, esa maldita miseria,
que atrapa y me clava entre tantos mundos.
En lineas de fuego, ciego y sin miedo,
he de ver y llevar, esa materia adversa
y mi furia funesta, hacia el sosiego perfecto del mar.
En el regazo de tu canto, y tras la sombra de
tu espada.
Una rosa de los vientos, entre cuerdas y teclas negras,
y blancas damas de graves mantos, y de sombras siniestras.
Suaves ritmos cor ad cor, y con un vibrato plateado al ton y al son.
Has de arrancarme el drástico hielo,
de mi pecho que se arrima otra vez.
Tras dejarte morir en las horas,
que se cuentan mudas y solas.
Busco palabras de Luna entre
algunos hombres que viajan en jinas.
Si despertaron del silencio los pasos,
que aplacan los sueños en ruinas.
Una rosa de los vientos, armada de cuerdas y
teclas negras,
y blancas damas de graves mantos, y de sombras siniestras.
Suaves ritmos cor ad cor, y con un vibrato plateado al ton y al son.
Ignacio Aldebarán
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