Miedos, Parte 1
El principio sueña con muchas cosas que no
entendía. Algo así como un temor con su cuerpo entero lo evoca de su sosiego.
Pero se está escondiendo, ocultándose. No quiere ser visto y tampoco ser
comprendido. La pérdida suplica en términos de calma que suplanten lo que le
arrebataron. La noche de oscuridad, penumbra, pavor, sombra y tinieblas ruega
entender el por qué de tantas cosas enredadas en misterio se burlan de ella. La
derrota intenta borrar la idea humillante de ser vencida. Lo ideal fallece en acabar
siendo lo antagónico del pensar. El sufrir se jacta de evitar la agonía de
verse alrededor de agujas que se claven en su cuerpo. La belleza evita
completarse con la fealdad. La asquerosidad se apasiona de lo hermoso. La
soledad busca alguien con quien hablar. La voluntad se siente defraudada y
llora mirando la pereza. La desilusión, junto al olvido, confabula para
asesinar la memoria y la estima. La desconfianza se viste con el traje del
mejor predador para casarse con la seguridad; en un pántano podrido está muerta
y con el corazón roto la confianza. La decepción es devorada por un apego
irreal. Surge de lo peor de todos ellos el concepto de no ser, y desaparecer,
quíen se ríe en un mar de lágrimas. El fuego quema el agua, que se ahoga,
encerrada en tierra, sofocada de aire. Los fantasmas no recuerdan si están
muertos y se preguntan por el fin. La muerte se viste de luz blanca y brillantina.
La duda se queja de entender mal las cosas, porque nadie sabe explicarlas tan
bien como la sed, que les explica a todos que su pesadilla se emborachaba de
líquidos. Quíen se tragó al sueño y ahora está descansada y tranquila.
El tiempo se desespera de no llegar. El terror
duerme abrazado a un ponpom enorme y felpudo; tiene miedo de enfrentarse en el
vacío de la nada y descubrir que está sólo. El frío toma sol en una playa. El
calor toma té en la nieve. El horroris vacuis se perdió entre tantas cosas que
tiene la juguetería de un payaso que está muerto. Hubo un asesinato y el charco
de algodones que quedó le sirvió al insomnio para hacer muchas almohadas y
frazadas y dormir calentito. El hambre está tan gorda que no puede caminar. Un
enjambre de insectos se disputa en que parte de un cuerpo pútrido y descompuesto
le va a tocar a cada uno para hacer su hermosa casita. Una horda de alimañas
desfila mostrando los cuerpos viscosos más galanes y pulcros de la tierra
humeda y de los troncos podridos. El ganador va a pasar una semana de
vacaciones gratis en un agujero lleno de gusanos que van a hacerle lo que
quiera y desee. La suciedad está limpiando de su cueva el mal olor de las rosas
y de las otras tantas flores que le trae la primavera. El verano tiene una
terrible discución con el invierno y no se entienden de tanto que gritan.
Un viaje se olvidó de guardar en su valija el
destino. Un objetivo también dejó su meta para después. Pensando que la va a
pasar a buscar cuando vuelva. Hay un error que planea algo siniestro, volver a
pasar por la misma vereda y caerse otra vez para que lo mire la realidad, y, en
una de esas, se fije en él y lo vuelva a ayudar.
Una taza le saca la ropa a un saquito de té que
está rojo de la vergüenza. El azucar se abrazó con la sal y ahora ninguno se
gusta. Las latas de comida tienen hambre, alguien las dejó abiertas. Su
asesino, El Abrelatas, fuma un puro y larga tanto al humo que el pobre ahoga sus
penas con el whisky, el borracho de mierda. Un plato vió un pelo en su panza,
se desmayó y nunca lo pudieron lavar.
Extraña la ignorancia a la sabiduria para que
le enseñe algo y no se confunda y sepa dónde está, para qué, por qué y cómo. La
nostalgia gritó, gritó tanto que sus cuerdas se rompieron y distrajo a la paciencia
que cayó, cayó, cayó tanto que no caía más y se perdió en un laberinto de
paredes altas y el fondo no estaba al alcance de la vista. Se estima que la
estima estuvo bailando cariñosamente con el desprecio. Dejaron celosa la atención
que entró en crisis y la curiosidad tuvo que llevarla al hospital. El doctor
Virus la atendió y le recetó tantos remedios que la mitad de ellos huyeron
despavoridos de la jaula de las locas de la locura lunar, ubicada en el quinto
piso donde vacunan a todos los miedos.
El desequilibrio le tiene fobia a la armonía,
hermana de la prudencia y de proporción. Quienes hace días están tiradas en
pleno estado de ebriedad. Y vela por ellas la prudencia, que se casó con Maldad.
Él, una vez por mes, saca toda la basura y la quema, para deshacer, quíen se
transtorna de todo lo que puede reciclar.
La música y el silencio están meditando.
Prendieron tantos saumerios que las cenizas piensan forjar un nuevo infierno. El
orden se sume en el caos y el caos está tan ordenado que la eternidad quedo
confundida en el concepto nebuloso de existir y conocer el fin. El fin se muere
de frio porque nadie se acerca a él; hay una estufa cerca pero no sabe como
hacer fuego. El miedo en forma corporea apareció ante el fin y le confió el
secreto de su vulnerabilidad: La inseguridad.
Ellos miran concentrados, predispuestos,
recuerdan, presencian, caracterizan, valoran, son maliciosos y leales. Tocan la
inmoratalidad del ahora y llegan a una eternidad efímera caminando con su
cuerpo deforme por tu cuerpo condenado haciendo cosquillas y estremeciendo la
cordura del cuero que rodea tu armadura de sentir. Su corazón late intrínseco sólo
cuando se enrieda en sus hilos. De a poco se torna señor, rey, dios de la razón
que manda, domina, controla, somete, sojuzga y oprime. Son Siendo él mismo tú
enemigo, los otros vos mismo.
El "Yo soy un otro" de Rimbaud es lo que somos todos: una yuxtaposición. O muchas. Pero también esto puede ser poético. Tu texto lo comprueba. Saludos.
ResponderEliminarBuenas, desconozco la cita, buscaré. Gracias, me siento muy honrado.
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