Svartalfar. Nidavellir.
El relato de Gleipnir, y de cómo Tyr perdió su brazo.
Gleipnir es la cadena, la ligadura irrompible con la que los Ӕsir lograron atar a Fenrir. Encadenado en la isla Lyngvi, en el lago Amsvatnir. Hay quienes preguntan por qué no le mataron, justo ahí cuando no podía ni siquiera moverse. Har, el sabio, les responde: "Los dioses respetan su santuario y sus lugares de tregua que no desean ensuciarlos con la sangre del lobo, aunque todas las profecías digan que será él quien mate a Odín”. Ahora el lobo Fenrir aúlla aterradora mente desde Gripa Hel, atado por Glepnir a la enorme roca negra Thviti. Esperando para librarse al fin en el Raknarök.
La fabricación del collar corrió por parte de dos enanos de Svartalfar. Sus nombres han pasado entre las sagas y quizá se hayan perdidos en la memoria de los ancianos que una vez las contaron. A Gleipnir la forjaron en un tiempo breve, y cuyos seis maravillosos ingredientes se notaban por ser de las cosas más sutiles entre los mundos: el sonido de las pisadas que deja un gato al andar; la barba de una mujer; las raíces de una alta montaña; los tendones de un oso; el soplo de algunos peces y la saliva de un pájaro. ¿Cuánto fue el tiempo que estos enanos demoraron en lograr juntar los componentes? No podríamos decirlo. Pero sí que al juntarlos forjaron la más suave y sedosa cuerda. Una cinta liviana, dulce y fina. Y se las entregaron a los Ӕsir. Ellos desarrollaron un juego para engañar al lobo Fenrir. Éste desconfió y pidió que un miembro de los Ӕsir pusiera un brazo dentro de su mandíbula. Después de un debate que casi pone en juego la credibilidad del lobo, sólo el valiente Tyr accedió, ofreciéndose a realizar la proeza. Cuando Fenrir descubrió el engaño y no pudo liberarse cerró su mandíbula, y desmembró así la mano derecha de Tyr. Todos los dioses rieron, todos; menos Tyr, el dios de la guerra.
Ignacio Aldebarán.
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