La sofocada herejía
Sabemos que los dulcinistas le hicieron frente al sistema feudal en su propia época. Surgieron como una secta de Hermanos Apostólicos predicando la comunidad de los bienes y de mujeres, que ignorándolo o no, la iglesia se mantuvo en contra desde el principio. Robaron a los ricos para dárselo a los pobres; ofendieron al Papa y a los cardenales por codiciar y acumular riquezas; como también por la decadencia de su templo. Fueron fastidiados hasta al fin morir en la Semana Santa de 1307, allá por las montañas de Rubello.
Cerca de Avignon convocaron una cruzada para exterminar a los devotos de Dulcino; a su vez él era discípulo de Segarelli, que terminó su vida acabando por sufrir la furia de la inquisición.
A la cabeza de la tropa que exterminaría la junta hereje dulcinista, estaba Raniero, un obispo de Varcelli. Avaro, cruel, ansioso de desmembrar las victimas de la inquisición.
A los dulcinos los arrinconaron en los montes soportando el frío, la nieve y el hambre hasta por fin caer en manos de las tropas de Raniero. Fueron sometidos a juicio Dulcino, también su fiel seguidor y su pareja, Marguerita, quienes fueron los primeros crucificados y desmembrados. Primero a la mujer, obligando a Dulcino que viese como era torturada para morir, y luego a su fiel camarada. Los seguidores que lograron escapar pronto fenecieron entre las montañas. O bien por las llamas de la inquisición. O entre los artilugios de metal oxidado, mal afilados que después reposarían décadas y siglos enteros, pudriéndose entre las sombrías y sucias mazmorras de los templos.
Allí quedó ahogada la rebelión religiosa contra el propio sistema feudal. Llegaron a reclutar tantos seguidores como si fuesen ejércitos enteros. Pereciendo por causa del mismo dios, el cuál ellos defendieron a su creencia y toda su fe.
Ignacio Aldebarán
Allí quedó ahogada la rebelión religiosa contra el propio sistema feudal. Llegaron a reclutar tantos seguidores como si fuesen ejércitos enteros. Pereciendo por causa del mismo dios, el cuál ellos defendieron a su creencia y toda su fe.
Ignacio Aldebarán
Maravilloso tu contenido, me encanta, saludos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias! Saludos
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