Golpe de gracia.
- ¡Muere! ¡De una maldita vez muere rata!
- Sólo moriré si de mi señor es la voluntad.
- Ah, pero estas equivocado, aquí, bajo el filo de mi espada, estas ya muerto. -
Se adelantó unos pasos más, sacando una corta espada de la cintura. La stilus, la espada de la misericordia, destelló en el desierto. El caballero se postró encima del selyúcida y a punto de recibir el golpe de gracia intentó esquivarlo. Pero no pudo.
El estilete le atravesó la malla del cuello. Queriendo librarse de la horrible sensación de asfixia y ahogándose con su propia sangre. Comenzó a tantear la arena desesperado. Tomó la cimitarra que quedó olvidada por un momento, y la empaló en el yelmo y cráneo de su adversario. Cayó de golpe. Quedó el cadáver inmóvil encima de él. Buscó la manera de terminar con su vida, pero no tuvo el valor, incluso ante la desesperación.
Hasta que un cansancio lo hizo por fin dormitar.
Ahí quedaron helados y muertos los dos. Por la luna llena, de cada mes, se ven los fantasmas de ellos aún peleando. Asestando golpes críticos a su oponente. Resistiendo la desesperación de no lograr respirar, y con el consuelo de despertar.
Ignacio Aldebarán
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