A veces, cansan las palabras

 

La medida de mi tiempo se disipa cada segundo. No comprendo como poder conllevar mis días con una posible agonía. Aunque ahora no sea real, no sopeso a las dificultades por masoquismo. Ese significado ya sólo significa otra cosa. Pero, aunque no sea posible o real, la idea de vivirla me angustia, con total franqueza digo y siento que no podría sentir más dolor, que este, de tener la idea remota y virtual, del peso que una maldición oxidaría tu cuerpo. No hay manera sencilla de expresar este temor. A la vez sí. Sólo significa que te quiero demasiado como para poder tolerar que te pase algo malo. Cuento los días sin remitirlos a que signifiquen algo más. Y me martirizo con una duda que no es real, aunque está siempre latente. Siempre sabemos que en cualquier momento podemos desencarnar y morir. Así de injusto. Sin heroísmo. Sin una despedida de oro o plata. Entre esos paseos que llamo yo aventuras. O una cena que colme mis deseos por toda la infinidad. Nada lo colmaría. Lo sabes.

De eso se trata, nada es infinito. Y ahí se disipa cada segundo oxidado por el tiempo.

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