6 de junio. La vuelta de los héroes.
Siempre regreso a la arena, al tiempo. A la inmaculada historia que nos recuerda más por la sangre que por las sonrisas. Ojalá se reconozca el día D como una mañana de miradas de soslayo compartiendo la alegría entre pares. Y no cómo la jornada más larga de la historia. Por la cual los ojos buscaban esperanza en el rincón de una lancha que se dirigía hacia el precipicio de la boca de un lobo. Al hombro de un camarada que temía a la vida, tras la escotilla. La culpa voluntaria de la guerra no se comprende. El sueldo millonario de poder comer. Y el bronce marchito de una medalla bañada en lágrimas y no en honor. Las calles de la Normandía pavimentada perpetúan la ola de gloria y sed de victoria que brotaba en todo el mundo. ¿Qué pasaba? ¿Qué locura habíamos cargado con nosotros arrastrando el mundo a ese linde mortal? Sólo resta pensar que nuestros antepasados eran codiciosos o muy valientes. Aunque nunca alcanzamos el devenir de los guerreros; quizá porque el acero y la pólvora no fueron ansiosos como antes. Y dejaron que las cosas fluyan en el letargo de los años.
El día 6 del mes 6 siempre será recordado. Nos
obligamos, con culpa, a recordar con memoria la muerte de aquellos que se
sacrificaron, porque esa es la palabra justa, la palabra erradicada en antaño,
más fuerte que el temple del acero medieval; se sacrificaron por todos los demás.
Con sus causas, culpas y dolores, con su honor eterno, imperecedero en el
tiempo y en la arena. Bañada por el mar. La arena de las playas de Normandía.
Ignacio Aldebarán
que ironía que tus arenas de Normandía volvieron a Belín y luego a Moscú y cruzaron medio planeta para terminar en tu mano. Qué ironía que salieron de la muerte para alegrar un corazón lleno de amor. Y en ellas no hay solo mar, hay viento y lágrimas , dolor y gloria, al menos la tuya...
ResponderEliminar